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sábado, 30 de agosto de 2014

El lenguaje secreto de las organizaciones. La paradoja educativa y la penalización del error.



El árbol cortado, aunque las raíces se llenan nuevamente de savia, es solo una apariencia de vida, nunca puede volver a recobrar su antiguo vigor.
Hermann Hesse (Bajo las ruedas).

Esperpentos laborales














A pesar de que nos encontremos en la era del conocimiento el trabajador sigue siendo concebido para satisfacer las necesidades de la era industrial. El talento, en este sentido, solo serviría para convertirse en mano de obra disciplinada con preparación técnica jerarquizada en distintos grados para servir –sin cuestionamiento- a las instituciones del Estado moderno (lo que incluye pymes y trasnacionales).

En este punto, precisamente, reside la paradoja del sistema educativo: en preparar gente para un sistema que ya no existe. En la era del conocimiento se requieren otros modos de producción que, como ya hemos comentado, se basan en la creatividad y explotación del talento. 

Para ello, como en épocas anteriores, no se necesitan sistemas verticales y fuertemente jerarquizados sino modelos de colaboración más horizontales y descentralizados, capaces de potenciar el talento individual y colectivo. Los mandos intermedios o huestes medievales, como vemos, tendrían poco o ningún sentido en este nuevo orden del trabajo. 

En este sistema, la Dirección, lejos de ser un eslabón fiscalizador debería aspirar a convertirse en un espejo inspirador. Hago hincapié en la palabra espejo por un simple motivo: uno no puede reflejar lo que no es. Por esta razón, la Dirección de las empresas debería estar formadas exclusivamente por seres inspiradores y no por esperpentos aterradores más propios de una escena de Luces de Bohemia. Para que el acto inspirador se produzca a todos los niveles, de abajo arriba y de arriba abajo, es necesario que el espejo no tenga deformación alguna.

Si estamos en una era diferente –la del conocimiento- ¿por qué nos resistimos tanto a abandonar los parámetros de la época de la industrialización? ¿Por qué el sistema educativo sigue formando millones de obreros y técnicos con idénticas aptitudes si no hay salida laboral para la mayoría de ellos? El paro está servido. La educación en este contexto está en las antípodas de la búsqueda de nuestro elemento: la zona donde convergen nuestras capacidades y deseos con la realidad. Este lugar, raramente alcanzado por unos pocos privilegiados, es el único sitio en el que el individuo baila al ritmo de la música que el universo le dedica. Un momento de verdad que muchos se van de esta vida sin poder experimentar. Por el contrario, se mueven al ritmo de la cantinela “esto es lo que hay” mientras malgastan su vida haciendo aquello que no les interesa a cambio de un poco de aceptación externa. La música universal, por el contrario, se experimenta cuando “el guerrero” se atreve a desafiar la mediocridad legitimida del sistema. No hay otro camino que romper para volver a conectar. 

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