Prepotencia y visión altiva de un alma de otra época
Ojalá la vida me hubiera regalado más ignorancia. Sé
que esto que te digo te resulta ofensivo pero así de verdad lo pienso. Ya lo
dijiste hace tiempo, “las personas como tú tienen un mundo muy reducido”. En
efecto. Por eso me dedico a ampliar mi mundo por medio de increíbles viajes,
capaces de transportarme a universos con mayor amplitud…de miras.
Nada me
emociona más en estos momentos: un buen viaje, de esos incapaces de olvidar.
Siguiendo las indicaciones del maestro Kavafis, siempre he tenido a Itaca en mi
mente. Llegar allí siempre ha sido mi destino. Sin
embargo, no he viajado sola. Por mucho que he intentado dejarles de lado,
siempre me han acompañado los cíclopes y el temible Poseidón.
Mi pensar siempre
ha sido elevado pero no selecta la emoción que toca mi espíritu. Como te he
comentado, padre, al igual que un enfermo cardiaco que tiene un soplo en el
corazón mi emoción está tan plagada de arritmias que me impiden sentir con
claridad. Sin embargo, la tristeza no se opera en el quirófano de un hospital.
Por “h” o por “b” siempre termino diagnosticada de enfermedades inoperables y
que tienen como única cura: el camino a la felicidad. Parece que el origen de
todos mis males guarda una estrecha relación con mis carencias afectivas. Y a
día de hoy, puedo asegurar, que no hay felicidad alguna si ésta no está
respaldada por una buena dosis de afectividad.
Y yo, siento ser tan sincera
contigo, padre. Me encentro mal por no conocer los caminos de una afectividad
sana, aquella libre de cíclopes y poseidones. No querría volver a intentar un
nuevo camino a Itaca en estas condiciones. La emocionalidad que no se cura
tiende a cronificarse de manera que uno termina dando con sus huesos en el
hospital para escuchar de nuevo que no hay más cura que la felicidad. Dado que
la felicidad aún no se ha embotellado y distribuido de forma masiva, me niego a
pasar de nuevo por el médico para recibir un diagnóstico que conozco y un
remedio que no existe.
No pienses que soy derrotista, padre. Lo veo en tu
mirada. Es que estoy cansada de viajar sola, con toda una región de cíclopes y
otras monstruosidades. El pensamiento, que desde que tengo uso de razón, tiene
vida propia me impide descansar y ver las cosas desde una perspectiva serena.
Las ideas –y de esto sabe mucho mamá- pueden ser autodestructivas e incluso
letales. Y precisamente, esta mezcla de emocionalidad mutilada que camina al
son de unas ideas monstruosas convierten mi existencia en un lugar inhóspito e
incomprensible. En lo segundo ya no me esfuerzo: comprender exige un esfuerzo
tan grande que prefiero utilizarlo para respirar serenamente. Al menos, el aquí
y el ahora (es decir, lo único) podré saborearlo intensamente. Lo de inhóspito
supongo que es una percepción, producto de mis socialización, vivencias y una
importante carga genética. Subjetiva, 100%. Pero a estas alturas, poco podemos
hacer ya al respecto. Yo sé que tú no te planteas estas cosas en el grado y la
intensidad que lo hago yo. O sí, quién soy yo para juzgar la intensidad de un
análisis o un sentimiento.
Ya te he dicho el frío que hace en este lugar. No te
gustaría nada. Sin embargo, suena la maravillosa Mazurka de Chopin. Música
celestial para un lugar tan privilegiado y frío como éste.
Continuará...
By Alexia de Tocqueville
No hay comentarios:
Publicar un comentario