Sacrificio, religión y cultura
Cueste lo que cueste. La constancia, no podrás
negarlo, es algo que he heredado de ti. Personalmente, creo que nos ha llevado
a buenos destinos. La perseverancia es una buena compañera de viaje aunque una
sociedad como la nuestra solo tienda a enseñar casos de éxitos basados en una
suerte insultante.
Eso no es la realidad, como bien sabes, padre, sino un
potente narcótico que invita a la gente a lanzarse sin red a un destino que
previamente no han analizado. Todos conocemos las consecuencias nefastas que se
encuentran detrás de este ejercicio de soberbia en el que el hombre pretende
emular a Dios. Si una cosa aprendí en clase de danza es que el split no se
consigue con una apertura sin precalentamiento sino con un trabajo dedicado,
constante y concienzudo. Y aún así, no todos lo conseguirán.
Esto también es
duro de entender ¿verdad padre? Que a pesar de tanto esfuerzo el resultado sea
mediocre pero claro, ya a estas alturas sabemos de sobra, que el esfuerzo es
condición necesaria pero no suficiente. Aquí entran otros factores que nos
llevan a otro punto de la conversación como el de la Justicia, la suerte y el
destino. Unos intangibles que, sin embargo, se han convertido en yugos de la
humanidad. Si confiamos en la justicia, la suerte y el destino entonces podemos
darnos por jodidos. La justicia no siempre nos da la razón, la suerte no suele
acompañarnos y la razón es un punto de vista. Así que lo único que podemos
hacer es esforzarnos, independientemente del lugar que alcancemos. Pero, padre,
¿eso es tan perverso? Además, huele a una época del pasado en la que el
sacrificio te conducía directamente a un lugar de recompensa, que casualmente,
no estaba en La Tierra.
Sé que no eres católico pero tampoco te atreves a negar
la idea de Dios pero ¿no te das cuenta que en esta frase se esconde la
verdadera justificación de la esclavitud de las religiones monoteístas? El
esfuerzo que se reviste de decencia y dignidad en tu persona, es una especie de
salvoconducto para un lugar más elevado si es que existe (llámalo conciencia o
conciencia superior del más allá). ¿Pero no ves, padre, que han vuelto a
utilizar el nombre de Dios pero esta vez, ocultado, en forma de deber moral
para convertirnos en esclavos al servicio de unos pocos que no conocen el
significado de la palabra esfuerzo? Y sin embargo, van todos los fines de
semanas a rogar a Dios el perdón de sus pecados.
Siempre es más fácil y
liberador pedir perdón a un tercero que liberarnos de nuestras esclavitudes
llegando al origen de su enredo. Solo así dejarán de dominarnos, cuando
comprendamos la naturaleza de su irracionalidad. El pecado, pienso, padre, solo
ha venido a añadir más miedo, dolor y control a un mundo que va a la deriva
debido a sus excesiva complejidad y falta de amor. Yo, que sabes que me he
criado en una cultura laica, en muchas ocasiones he analizado el sentir
cristiano, vinculado a la culpa, por no haberme esforzado lo suficiente. ¿Lo
ves? Es un tema que trasciende a la religión y por eso es aún más peligroso. Lo
tenemos impreso en el ADN y cuando lo ponemos en duda, suele darse un vuelco al
estómago que nos deja el cuerpo mal sin saber realmente por qué. Esos son los
enemigos más peligrosos, padre, los que se esconden bajo la piel; producto de
una educación perversa que no sirve a un individuo sino a intereses superiores
que engarzan perfectamente con la idea de control social. ¿A qué nunca hubieras
imaginado, padre, que cuando no te has esforzado lo suficiente y has sufrido
por ello es el Dios Cristiano el que estaba escrutando tu negligencia?
A mí
también me costó darme cuenta hasta qué punto la cultura católica estaba
intrincada en mi ser y que esa sensación de culpa no respondía a otra cosa que
a los dictados arbitrarios una religión dura y castigadora. Los años de
esclavitud no pasan en balde, padre. Pero dejemos la religión del un lado y a
toda esa gente que expía su culpa por medio de una confesión. Tantas veces lo
hemos hablado. Mejor nos habría ido con un poco de fe en el más allá. La vida
hubiera sido más soportable si hubiéramos delegado parte de nuestra
responsabilidad en un ser superior.
Continuará...
By Alexia de Tocqueville
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