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viernes, 29 de agosto de 2014

Cartas a mi padre. Parte VII

Pa de chevall...un gran paso para una humilde victoriana

La tristeza sigue con fidelidad la ley de la gravitación, todos los objetos y personas tristes tienden a venirse abajo con una relativa facilidad. Estos cuerpos enfermos de infelicidad pesan más o al menos aparentan pesar más, que para el caso es lo mismo. No es una cuestión de peso físico sino emocional. Las personas deprimidas tienden a sentir una mayor atracción hacia la tierra, concretamente, hacia la posición horizontal, la que más nos acerca a nuestro origen. 

Un punto de referencia cuando todo lo intangible –normalmente situado en un plano superior- se ha volatilizado. En mi caso, cuando me siento especialmente perdida busco consuelo en las líneas de Miguel Hernández, un poeta apegado a la tierra como pocos. Tosco y hermoso. Después de no encontrar consuelo en el plano ideal –suponemos que en un lugar más elevado- regresamos ansiosos al contacto con la tierra fresca. Tocarla nos otorga sentido de pertenencia (y referencia) y un lugar en el mundo, que no es poco (ubicación). 

Porque, padre, ¿cuántas veces hemos sentido no saber con exactitud colocar los pies en el lugar más adecuado? ¿pero que significa adecuado?¿menos peligroso? ¿con mayor grado de socialización?¿más adaptado a la norma? Como bien sabes, la naturaleza me ha regalado unos pequeños pies, -objeto de sexo oscuro en el sudeste asiático-, pero grandes aliados en un mundo donde mejor es mejor pasar de puntillas.

Hablando de puntillas ¿te he comentado que voy a volver a calzarme las puntas? Sí, pensarás, otra locura de las mías pero de verdad me ha llenado de emoción pensar que de nuevo voy a hacer algo que me ha entusiasmado toda la vida: hacer ballet clásico. Ya sabes que, aunque no nací con el cuerpo que exige tal disciplina –demasiado flamenca, en aspecto y espíritu- no renuncio a ocupar el lugar que me corresponde, aunque haya nacido con un cuerpo inadecuado. Últimamente sueño con hacer piruetas sobre las puntas y un delicado tutú color nude. La idea de elevarme con tan distinguida disciplina me emociona y tira de mí con una gran fuerza para apartarme de ese horrible Pantano de la Tristeza. 

Parece mentira el poder que ejercen nuestros orígenes y para mí el ballet es como un gran primer amor al que abandoné pero que, silenciosamente, me espera y me susurra al oído su deseo con discreción. ¿Es esto también una forma de amor que no he considerado contemplar y que sin embargo está ahí desde el origen de mi vida? ¿Es posible que no pueda resistirme a una atracción tan fuerte y que volver a ella no sea sino un reencuentro con lo más esencial de mi persona?¿Cómo un alimento que he tenido descuidado durante tantos años? 

A ti todo  esto te suena a psicodelia barata, padre. Tus ojos no pueden mentirme pero sin embargo, tu mirada muestra dulzura y compasión. Yo solo me quedo con eso, que has aprendido a ver lo irreverente desde otra óptica, mucho más permisiva porque en el fondo tú también desearías cruzar el límite. El deseo te lleva irremediablemente hacia un abismo pero que no es lo suficientemente bello para que te lleve a renunciar al bienestar de tu cómodo hogar. Lo entiendo. Con la comida no se juega y tú la tienes asegurada. 

A mí, por el contrario, me alimentan cosas que escapan de la cocción y el punto de sal. Me nutre un maravilloso ejercicio de puntas, en el que la técnica y la pasión convierten una zapatilla en la base de una figura hermosa. Yo sé que en este punto hemos tenido muchas discusiones pero lo que me alimenta a mí nada tiene que ver con lo que te nutre a ti. Yo soy más etérea y además de una comida exquisita adoro degustar el sabor de un buen pa de chevall o de una elegante grand jeté. Es difícil de explicar a un nombre como tú, que adolece de un pragmatismo exacerbado, pero para una mujer como yo, anclada en el mundo victoriano delimitado por el corsé, en la que se daba una importancia primordial al cultivo de las artes y el espíritu, estos ejemplos son nutrientes. Y cuando los consumo, me siento más viva, más enérgica e incluso más hambrienta. Sabes que soy tremendamente cabezota así que si en mi deseo está calzarme unas puntas y girar hasta el infinito sabes que lo haré.

Continuará...
By Alexia de Tocqueville

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