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sábado, 30 de agosto de 2014

El lenguaje secreto de las organizaciones. El triunfo de las cárnicas.



¿Son malas las palabras?







Richard Sennett, en su libro “La corrosión del carácter” profundiza en la psicosis laboral, que como hemos visto, está a la orden del día en las empresas de Españistán, y explica que este “destino inevitable” (en palabras de Paquito) es en realidad la justificación perfecta para eludir sus responsabilidades. “
“El director que declara que todos somos víctimas del tiempo y del espacio es tal vez la figura más astuta (…). Ha dominado el arte de ejercer el poder sin tener que presentarse como responsable; ha trascendido esa responsabilidad por sí mismo, poniendo los males del trabajo otra vez sobre los hombros de sus víctimas, que -vaya casualidad- trabajan para él”.
Hemos analizado como el ruido y las interferencias son tan extremos en las organizaciones de Españistán que solo un sordo sería capaz de sacar un proyecto adelante. Las palabras, capaces de crear realidades y abrir nuevos horizontes, son un arma de doble filo en las empresas de Españistán. Eso lo saben bien los empresauros que se encargan de vaciarlas para encubrir una realidad terrible. Esto es una noticia pésima si tenemos en cuenta, como hemos avanzado, que el lenguaje no solo describe la realidad sino que es capaz de crearla. Por ello, la forma en la que el empresauro y sus huestes medievales se dirigen a sus padefos afecta tremendamente a su percepción del entorno. 

Si tenemos en cuenta que lo que impera es el caos y la desesperación, el caldo perfecto para la manipulación está servido. El objetivo: el mantenimiento y consolidación de unos pocos sobre los demás. Lo que viene siendo conocido como capitalismo de mierda.

En este contexto de desequilibrio, las “cárnicas” producen toneladas de picadillo de  padefo todos los días para alimentar las panzas obesas y saciadas de los empresauros. El precio del gramo les sale muy barato (competitivo, en su jerga) ya que se han traído la mejor tecnología que sirve a este fin: el miedo y su vehículo perfecto: las palabras. ¿Un negocio rentable?¿no? Sí, para ellos.

Entonces ¿las palabras son malas? Pues como la fusión nuclear. Dependerá de si con ella creamos energía eléctrica o una bomba atómica. En cualquier caso, habrá que estudiar la intencionalidad que hay detrás de cada una de ellas y aprender a leer entre líneas. Por eso es muy importante que cuando el padefo entre una espiral de caos y desesperación se pare, reflexione un segundo (sí, solo un segundo) y diga: “¿Qué me quieren decir?”, “¿Para qué?”. Sí, en efecto, “el para qué” –a menudo tan olvidado- es la clave de la comunicación. Llevamos siglos concentrándonos en el “por qué” (las causas) y no en el “para qué” (la intencionalidad). Las causas pueden ser múltiples, acertadas o erráticas pero la intención es la que de verdad nos inspira y mueve. En el caso de los empresauros, lo que les lleva a invertir en picadillo de padefo todos los días. ¿Para qué se contratan padefos?¿para qué desean ganar más pasta si no van a ser capaces de gastarla en toda su vida?¿para qué quieren ser los más ricos del cementerio? ¿para qué manipulan el lenguaje?¿para qué usan el miedo? ¿para qué desean acumular? ¿para qué quieren lo que tiene el vecino? ¿para qué toman pastillas? Parece que nos vamos acercando a la respuesta, pero ésta ahora, es secundaria.

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