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sábado, 30 de agosto de 2014

El lenguaje secreto de las organizaciones. Carta a un padefo que está dejando de serlo



Si estuvieras libre de todo temor, ¿sabes lo que ocurriría?
¡Harías exactamente lo que quieres hacer!”

J. Krishnamurti















Querido expadefo,

Si has llegado hasta aquí es que ya has recorrido una parte importante del camino. Hace tiempo que no duermes, no juegas al fútbol (siempre te ha encantado) y eres incapaz de disfrutar con el sexo. Te acuestas y te levantas pensando en lo mismo: en que pase un día más para llegar antes a no sabes dónde (¿la caja-pino?). Miras el reloj con la esperanza de que hayan pasado dos horas en vez de una. Has ido en coche más de 1.000 veces a trabajar y eres incapaz de recordar los lugares por los que pasas desde que sales de tu hasta que aparcas en el polígono. Vas ciego a todas partes.

Cuando te acercas a tu sitio te recorre un sudor frío por el cuerpo. Hace tiempo que los proyectos que tienes entre manos dejaron de ser estimulantes. Cada nueva tarea es un marrón más…o la puta escalada al Everest. Estás cansado de dejarte la piel para no alcanzar ninguna cumbre.

Lo único que has aprendido en el último lustro laboral es a esquivar balas y a mostrar indiferencia ante los demás. Sin embargo, tú sabes que no es así. Cada día recibes un nuevo tiro que produce una nueva herida sangrante además de un profundo vacío existencial. Miras a tu alrededor y ves a tus compañeros tan jodidos o peor que tú. Estás harto de escuchar “esto es lo que hay” y “virgencita, virgencita que me quede como estoy”.  El lugar en el que estás no te gusta una mierda y, sabes de sobra, que ninguna virgen te va a sacar de allí. Sin embargo, es cómodo. Te permite no pensar. Hace mucho que no lo haces.

La “paz barata” que recibes a cambio de tu comodidad es el precio que has pagado por dejar de pensar. Tú sabes que ellos se aprovechan de esta situación. Conoces quiénes son y lo que quieren de ti. Sabes que esa “paz barata” es más bien “una tregua” que se romperá en el momento que digas “hasta aquí”. Una vez hayas pasado esa línea (con la que sueñas cada día) ya nunca volverás a ese lugar. Sin embargo, no tienes claro si eso es bueno o malo. Dudas constantemente de todo porque ya no sabes quién eres ni lo que deseas. Tampoco los demás te ayudan a entenderlo: están tan perdidos o más que tú. Te sientes solo.

Los mejores momentos son aquellos en los que te evades. Eres capaz de abstraerte del mundo viendo durante 6 horas truños de serie B o jugando a la Play. También te atreves con cosas peores. Lo sabes y no te importa. Tu tiempo no vale nada. Solo deseas que pasen los días y avancen las horas para alcanzar otros días y fulminar otras horas…y así sucesivamente.

Intuyes que estás lleno de talento. Es cierto que tu madre no ha parado de recordártelo desde que eres pequeño pero tú sabes que, además, es verdad. Eres un magnífico escritor y darías lo que fuese por cruzar el mundo en barco. No paras de mirar en Internet veleros y travesías por lugares con los que no paras de soñar. Te mueres por hacerlo para después escribirlo y compartirlo con los tuyos. Sin embargo, cada día te ves más lejos de tus sueños. La gente de tu alrededor no para decirte que no pierdas el tiempo pensando en esas tonterías y que pongas los pies en el suelo. ¿Qué suelo?, piensas. Hace mucho tiempo que no pones un pie en tierra firme.

Te has dejado la piel para llegar hasta aquí: una tierra estéril y hostil. Echas la vista atrás y te recuerdas emocionado esforzándote por un fin. Ahora, que ya has conseguido lo que quieres –al menos en lo material- te ves a ti mismo en las antípodas de tu felicidad. Te das cuenta de que has entregado lo mejor de ti mismo a una gente sin escrúpulos a cambio de un poco de “paz barata”. Si has llegado a este párrafo ya sabes de sobra el precio que cuesta esta paz.

Has sentido la derrota en tus carnes y la mirada ajena del “fracaso”. Te sientes engañado y defraudado. La rabia se apodera de ti. Tranquilo, es el siguiente paso. Tienes más veneno que sangre en las venas y eso te impide vivir con normalidad. Estás enfermo y cansado. Una pregunta te machaca la cabeza constantemente: “¿por qué?” No pasa nada. Tenías que llegar aquí para iniciar la nueva aventura: la de descubrirte a ti mismo.

Te acabas de dar cuenta de que en este nuevo contexto ya no funcionan las reglas que siempre te han servido. No importa. Sin darte cuenta, mientras te dabas a ti mismo a cambio de una “paz barata”, aceptaste sin cuestionarte las reglas de otros. No te preguntaste ¿por qué? ni ¿para qué? Simplemente las acataste sin más. Luego, cuando empezaste a darte cuenta de que esas reglas no te beneficiaban a ti sino a otros, decidiste dar marcha atrás pero reculaste. Estabas paralizado por el miedo. No te preocupes. El mero hecho de dudar ya te sitúa en un lugar privilegiado.

Te recuerdas a ti mismo con lágrimas en los ojos. Has llorado mucho y te has autompadecido frente al espejo. Te has regodeado en tu propia miseria y se la has transmitido a los demás. No te preocupes. No podías darles otra cosa en ese momento. El miedo, el cortisol y la angustia te han hecho enfermar. Sin embargo, te recuperarás. Si has llegado hasta aquí significa que no te estancaste y aunque no sabes bien hacia dónde…has tomado una dirección.

Estás en el momento del cambio. Conoces el camino que te lleva a la aceptación y el precio que vas a pagar por ello. Ya lo has hecho antes y sabes dónde te lleva. Ya has avanzado porque has aprendido. No volverás a caer en el mismo error. Ahora tendrás la oportunidad de equivocarte en cosas distintas. En la “falsa” zona de seguridad tampoco se aprende. Sabes de sobra, además, que tampoco es segura ni agradable. El peaje que hay que pagar para vivir en ella termina convirtiéndose en una deuda de por vida. Estás convencido de que hay sitios mejores. Si estás aquí, ya has llegado mucho más lejos de lo que jamás habías imaginado.

En breve, vas a iniciar un nuevo camino. El día que dijiste “hasta aquí” comenzaste a marcar el rumbo. Tu vida, como el velero con el que siempre sueñas, viró unos cuantos grados y desde entonces se dirige hacia un nuevo y apasionante destino. El hecho de pensarlo te emociona. Hace mucho tiempo que no te sentías así de bien. Solo has empezado a virar. Imagínate cuando comiences a recorrer este nuevo camino que además has elegido tú.

La primera parada en este nuevo recorrido se llama aceptación de la incertidumbre. Deberás desaprender conductas falsamente protectoras del riesgo al cambio. Es la única manera de alcanzar el siguiente estadío: la confianza en tus capacidades (hasta ahora ignoradas). Cuando llegues aquí dejarás de ser espectador y pasarás a convertirte en el actor principal de esta nueva vida, que tú mismo has elegido. A estas alturas ya sabes que es un viaje sin retorno. Estás preparado para ver “lo esencial”, que como decía el escritor Antoine de Saint-Exupéry ,“es invisible a los ojos”. Aunque has escuchado hasta la saciedad la frase “ser dueño de tu propia vida” ahora realmente sabes lo que significa.

Bienvenido a tu nueva realidad.

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