Vistas de página en total

viernes, 29 de agosto de 2014

Cartas a mi padre. Parte V

Oportunidad y falsa esperanza

Para mí, tú siempre has sido un ejemplo de gestión del tiempo. Se nota que amas la vida y, por ello, jamás has deseado que fuera un día distinto al que vives. Para ti cada día es importante y desear estar en otro momento futuro no es sino un deseo de acercarnos más a la muerte. Te admiro por ello. Tu amor al presente y a lo que te ha sido concedido te convierten en un ser excepcional. 

En eso, tristemente, no nos parecemos. Yo he despreciado con ligereza el minuto presente, como si careciese de valor, y he esperado que el minuto siguiente viniera colmado de la oportunidad que no trajo el minuto anterior. Como ves, un círculo vicioso porque la oportunidad siempre vive bajo el signo del presente. Lo otro es deseo o falsa esperanza. Nunca podremos subir a un tren que pasa en el momento futuro por un motivo muy simple porque ni el tren ni yo compartimos el mismo tiempo. Es tan improbable como poder compartir un café Mary Shelley. Lo único que podemos compartir –que no es poco- es un espléndida literatura y todas esas ideas universales que por mucho que pasen los siglos seguirán emocionando a millones de lectores. 

Ahí reside el sentido de eternidad que nunca ha de confundirse con el deseo a futuro. Me hubiera gustado ser más pragmática como tú, padre, con ese aplomo financiero que te caracteriza. Yo, ya sabes, que me pierdo entre deseos e ideales. No quiero que se convierta en excusa pero soy una romántica victoriana que nació con dos siglos de retraso. Este individualismo y frialdad que recorre la época presente me paraliza y me impide pensar con claridad. Me siento totalmente indefensa para afrontar una época dominada por un individualismo exagerado y una vulgaridad intolerable. 

No sé cómo puedes soportarlo. ¿Es resignación? ¿o es que has conseguido sobreponerte con valentía a este momento que nos ha tocado vivir? En cualquier caso, te admiro porque la resignación siempre tiene una parte de aceptación y es precisamente esto último de lo que yo más carezco. No acepto nada ni tampoco a mí misma pero tampoco sé qué forma desearía adoptar para encajar esta realidad. Siempre imaginé que el infierno sería algo parecido a esto: la más absoluta oscuridad en la vida de un hombre que no sabe a dónde va porque no sabe dónde está. Ya me lo decías tú, esta actitud tan elevada como arrogante reducirá enormemente mi campo de elección. ¿Quién será capaz de emocionarme con una música tan sublime capaz de derribar mis muros? Hasta el día de hoy, solo tú, padre.

Continuará
By Alexia de Tocqueville

No hay comentarios:

Publicar un comentario