Dedicado para aquellos que han conocido la derrota
¿De verdad que tenemos que recibir un regalo cada
vez que cumplimos un año más en la vida?¿no es la vida suficiente regalo? Es
posible que para muchas personas, incluso, a vida misma no sea motivo de
celebración. ¿Y qué me dices de las bodas? Un ritual que se resume básicamente
en mostrar el amor al mundo y delegar en una firma la responsabilidad de la
fidelidad eterna. ¿Crees de verdad que eso se merece un regalo? Tú sabes que no
pero en el fondo eres un sentimental que sigue creyendo en el amor para toda la
vida o más bien, en la compañía para toda la vida.
Adoro esa visión práctica
que tienes sobre el matrimonio, palabra, para ti, aún cargada de significado
emocional. Sabes que no comparto esa misma filosofía pero te respeto;
fundamentalmente porque también me veo respetada por ti. Salvando breves
excepciones, no he conocido otra persona en el mundo que encarne mejor los
valores ligados a la tolerancia y al respeto.
Eres una bella persona, padre. Sé
que has conocido la derrota –en estos momentos especialmente-, el sufrimiento y
la pérdida pero siempre encuentras tu manera para regresar del abismo, aún si
cabe, más fortalecido. Esta visión creo que te ha aportado una sensibilidad y
empatía que te permiten abordar la vida con una compasión y humildad infinita.
Has experimentado el sentimiento del amor desde tantas y tantas vertientes…la
de hijo, la de padre, la de marido, la de amigo…No creo que este mundo dé
oportunidades a todos para poder experimentar estas formas de amor tan
exuberantes.
La gente bella no surge de la nada. Ya conoces el por qué de tu
capacidad de amar. Siempre has sido un hombre atrevido y lanzado con lo que de
verdad te importa y esto te ha conducido directamente al conocimiento del amor.
No eras merecedor de ello y por eso tenías claro que si querías conseguirlo
tenías que ir a por ello, sin más.
Creo, precisamente, que ese ha sido uno de
mis mayores impedimentos para encontrar el amor. Yo siempre he pensado que
merecía lo mejor. Supongo que producto de una mezcla entre lo que otros dicen y
la percepción de uno mismo. Una cóctel letal, creo, porque siendo una chica
humilde y de gran sensibilidad no he ido a buscarlo sino que he esperado a
recibir mi merecido premio. Sí, lo sé…eso no es amor sino vanidad. Es el
reclamo de una deuda que –considero equivocadamente- he de saldar. Y la vanidad
solo atrae más vanidad y te aleja
definitivamente de una senda de hombres perdedores y compasivos, capaces de
estrechar en sus brazos a mujeres reales, de carne y hueso, dispuestas a
enamorarse y a fundar familias.
No son ellos sino yo, que nací dotada de las
más poderosas armas para sobrevivir en este despiadado mundo pero que dejé la
puerta abierta –sin quererlo- a la esperanza de un compañero. Esa frialdad que
me convierte en una mujer altamente efectiva en el mundo de los negocios sin
embargo fagocita día a día la punta del iceberg de emocionalidad que asoma a
duras penas en un lugar entre el pecho y el estómago. Porque ahí, cuando viene
la desazón y la angustia, es donde precisamente duele.
La vanidad duele cuando
uno es capaz de atisbarla desde el ángulo de la sensibilidad. Por eso es mejor
no pensar en ello y actuar con la inercia de un barco que sabe que va a chocar
contra un iceberg pero que vira en el último momento. Además de vanidad, he
decirte que me encanta asumir riesgos. Lanzarme al vacío sin paracaídas con la
esperanza de aterrizar en un lugar mejor que desde el que salté. Esto sale una
vez bien y 99 mal pero como la esperanza es la quintaesencia del engaño humano
lo sigo intentando. Bueno, ya no.
Continuará...
By Alexia de Tocqueville
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