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sábado, 30 de agosto de 2014

El lenguaje secreto de las organizaciones. En el reino de los mudos...



Soledad y orgullo

Nunca el mundo ha estado tan conectado. La información viaja en tiempo real de una cabeza a otra, la mayor parte de las veces sin pasar por una boca. El mundo lo conforman miles de millones de personas que esperan una señal con el ánimo de no sentirse solas. O mejor dicho, más solas. Las grandes autopistas de la información recorren la superficie terrestre pero raramente alcanzan el núcleo.

 














Cada nanosegundo se transmite un bit con la intención de impactar a alguien. En efecto, las personas son impactadas como objetivos de un arma de destrucción selectiva. Mensajes de diferente naturaleza recorren miles de kilómetros en un segundo. La mayor parte de ellos se pierden por el camino. Las autopistas son demasiado grandes y la soledad de quien los recibe también. Algunos contenidos pagan peaje. Es el caso de la publicidad. No se espera (o sí) pero se consume.

Demasiada soledad y poco orgullo. La mayor parte de la gente engulle los mensajes sin pensar. Son gratis, piensan. De repente, silencio. En menos de un segundo, se rompe el silencio. Entra un whatsupp y veinte réplicas de golpe. Todos por la misma autopista. Es tan ancha que nunca hay atasco. El whatsupp es propiedad de zutano que quiere mostrar al mundo con orgullo cómo bebe un gin tonic en una playa de cuyo nombre no puedo acordarme. Demasiadas playas, demasiados gin tonics. Algunos de los autores de tales expresiones artísticas debieran considerar seriamente firmar sus envíos. De esta forma alcanzarían mejor el objetivo para el que fueron creados: reivindicar un yo malnutrido.

En una sociedad hiperconectada, sin embargo, la gente se siente sola. Las relaciones humanas han sido sustituidas por competencias comerciales. Las naciones, por empresas; los pueblos, por mercados y las personas –como hemos visto- por impactos. Sin embargo, no todos viven en el reino de los mudos. Siempre hay alguno que se salva. Para él o ella…mi más sincera enhorabuena. Han conseguido escapar de la gravedad que se genera alrededor de las palabras vacías. Un espacio ensordecedor que engulle todo ápice de conexión capaz de estimular el alma humana. Más peligrosos que los contenidos vacíos son aquellos que esconden el tráfico de dolor y soledad. De estos impactos negativos también es difícil escapar. El reino de los mudos se encierra mucho dolor y manipulación lingüística. Las frases letales suelen desembocar en almas que no solicitaron ser impactadas. Para muestra un botón.

Ente 1.- Quiero verte.
Ente 2.- Y yo a ti.
1.- ¿Hoy?
2.- No puedo.
1.- Mañana…menos el sábado.
2.- No.
1.- ¿Domingo?
2.- Imposible.
1.- OK pero tenemos que vernos.
2.- Cuando tú quieras.

Quizás, estas líneas que escribo no sean otra cosa que una reclamación de un derecho que aún no ha sido legislado: el de ser estimulado y deleitado –con cierta frecuencia- por un contenido revelador y emocionalmente retador. Un derecho que vaya mucho más allá del derecho a la información. Algo más fundamental que parta de una necesidad básica: la de alimentar el alma humana.

En el reino de la emoción muda hay que trabajar con empeño en poner voz a quien tenga algo estimulante que decir y en otorgar oído a aquellas personas que deseen ser deleitadas y así lo hagan saber. Y de paso, acallar, todo aquel ruido invasor que no ha sido solicitado (es decir, todo). No olvidemos que el tiempo es limitado. Por este motivo, el ruido gratuito no debiera dejarnos indiferentes. Como decía Pitágoras: “el comienzo de la sabiduría es el silencio”.

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