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sábado, 30 de agosto de 2014

El lenguaje secreto de las organizaciones. Introducción.


Aquellos que no aprenden nada de los hechos desagradables de sus vidas, fuerzan a la conciencia cósmica a que los reproduzca tantas veces como sea necesario para aprender lo que enseña el drama de lo sucedido. Lo que niegas te somete. Lo que aceptas te transforma.
Carl Gustav Jung



INTRODUCCIÓN. La superficie de las cosas

Solo hay que echarle un vistazo a la home de diferentes consultoras para darse cuenta del mensaje tan vacío que transmiten. Casi todas ellas responden al mismo patrón: una fotografía de un banco de imágenes en la que aparece una ejecutiva nórdica o de “color” con un desfasado traje a rayas de los años 90. Sujeta un cuaderno en blanco, sin un solo tachón, y nos mira sonriente. Aún desconocemos qué hay detrás de esa sonrisa. En un segundo plano, tres personas más que conversan sobre algo aparentemente irrelevante. Una de ellas lleva otro cuaderno sin estrenar. En un lugar destacado de la página, el nombre de la firma subrayado por la frase: “nuestra apuesta: las personas”.

















Si uno hace una segunda lectura, en esta ocasión más reflexiva, se puede preguntar si la empresa en cuestión se dedica a apostar por el talento de las personas o si realmente éstas son el objeto de su apuesta. Da igual, en el 100% de los casos son frases vacías y carentes de contenido. Aunque lo pretenden no pueden decir nada porque las personas que las escribieron desconocen la cultura de esa compañía o lo que es peor: están inmersas en ella. Si las empresas fueran coherentes con lo que piensan (y hacen) probablemente la frase quedaría de la siguiente forma: “apostamos con las personas”. De esta forma, cultura y comunicación quedarían perfectamente alineadas. Eso sí, es probable que esta circunstancia no invitase a sus públicos a comprar más.

















Llevo más de 15 años en el mundo de la comunicación en Españistán. Un tiempo récord para tratarse de este país: un lugar repleto de incoherencia comunicativa y zafiedad insultante en las formas. Lo mismo da que trabajes en un medio de comunicación, en una agencia de publicidad o en una empresa. Los mecanismos de distorsión comunicativa se llevan a cabo con impunidad en todas partes. Sin embargo, la distorsión “inevitable”, en otros lugares del mundo se desarrolla con más disimulo y delicadeza. En esta gloriosa nación europea, sin embargo, esta tergiversación informativa  es burda y soez. Carece de contenido lógico y está repleta de formas soberbias y prepotentes que coinciden, a la postre, con el carácter de los empresauros hispánicos que las ordenaron. ¿Incoherencia comunicativa, pues? Más bien no. Simplemente hay que hacer una lectura más detenida para comprender su verdadero significado o lo que las empresas quieren decir cuando “dicen”.

En este blog veremos en qué contexto se genera este tipo de comunicación: el tejido empresarial español que alcanzó un grado de soberbia indescriptible durante la época de la burbuja inmobiliaria y que se aferra a los restos del naufragio en el momento “álgido” de la recesión espiritual. En este escenario de depresión económica y moral, sin embargo, hay unos pocos que están sacando una buena tajada. Es más: se están forrando muchísimo a costa de la destrucción de la clase media y el nacimiento de una nueva: el precariado. Y es que “precarios” somos todos menos ellos, que no representan ni un 10% de la población.

También mostraremos algunas claves para interpretar el verdadero sentido de los mensajes que no es el que las empresas, normalmente, quieren transmitir al público sino el que descansa en su lógica interna. En otras palabras, la coherencia entre la estructura de una organización y sus métodos de trabajo y el objetivo que pretenden alcanzar que no es otro que hacerle desear a la gente cosas que no necesitan para así poder vender más. Parece simple ¿no? Pues para generar estos mensajes que cada vez dejan más indiferente a sus públicos existe normalmente todo un proceso de degradación de las personas implicadas en esa tarea. También hablaremos de ello y de cómo el “empresauro” español se sirve del miedo y la necesidad de sus empleados (a los que considera siervos) para generar estas aberrantes formas de comunicación. ¿Pagarías por escuchar una solemne estupidez? Entonces ¿por qué hay personas que sufren en el proceso de creación de estos mensajes? Analizaremos, por tanto, la rueda de la improductividad hispánica en la que se ven inmersos trabajadores-objeto, empresauros y sus huestes medievales. Toda una cadena de “socialización” que genera sufrimiento y desesperación a los primeros, putas y coches de lujo a los segundos y, humillación pública a los terceros. El resultado: al público le importa un carajo el mensaje, el trabajador considera que está haciendo una porquería de comunicación, el empresauro piensa que ha tenido una idea brillante y las huestes medievales toman fluoxetina mientras compran viajes de alta gama en Voyage Privé. ¿A quién beneficia esto? En principio a nadie, ni si quiera al empresauro que tiene que pagar por echar un polvo.

Haremos, por otra parte, especial hincapié en la comunicación interna que se genera en el seno de las organizaciones. Analizaremos qué quieren decir los jefes cuando “dicen” y qué interpretan  los padefos cuando “reciben”. A través de ejemplos concretos, estudiaremos el significado profundo (y real) de términos y expresiones que estamos hartos de escuchar. Frases que nos siguen taladrando el cerebro porque su significado nada tiene que ver con la intención que quiso imprimir su emisor. Esto, además de una notable disonancia, genera una profunda insatisfacción en el receptor. Pondremos, además, especial atención en el ruido ensordecedor que distorsiona e interrumpe las comunicaciones en las empresas de Españistán. De esta forma, cerraremos el análisis del “círculo virtuoso” de comunicación que impide, entre otras cosas, entender y –por tanto- trabajar de forma productiva.

Para terminar, haremos una reflexión sobre el ser humano abordando cuestiones fundamentales como el éxito, la realización, la soledad y la incomunicación. Todo ello para comprender mejor el origen de la irracionalidad colectiva en la que nos hayamos inmersos. Un hombre, como podremos ver más adelante, que se abre paso con dificultad en un mundo plagado de ruidos y que sin embargo, produce un vacío ensordecedor. Es precisamente esa falta de estimulación emocional la que aumenta día a día los ejércitos de padefos, dispuestos a morir por una causa que desconocen. Solo en un contexto de depresión moral tan evidente las organizaciones pueden reclutar a la carta individuos capaces de renunciar a sus derechos por un gramo de aprobación externa. Las empresas, como veremos, no hacen más que aprovechar las circunstancias que envuelven a un individuo sin rumbo y destino, que vaga perdido por un mundo que le es hostil desde que nació.

Sin embargo, no queremos dar un mensaje fatalista. Todo lo contrario. Precisamente en los contextos más convulsos y salvajes la poesía –entendida como una melodía que se eleva entre el ruido- es capaz de surgir y de renovar la existencia de muchas personas afectadas por una civilización letal. Cuanto más extremo el estímulo, más posibilidades tiene el individuo de encontrar su verdad aunque para ello tenga que transitar el camino más oscuro de su alma. Parece que no queda otra. Si queremos que nuestra vida sea íntegra, además de satisfactoria, hay que aprender a darle valor a nuestra extraordinaria capacidad para transformarnos, sea por el camino del anhelo, o lo sea a través del dolor. Lo bueno no es solo vivir cosas bonitas, sino embellecerse en el proceso de duelo y aceptar que las decepciones son la antesala de la sabiduría.

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