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sábado, 30 de agosto de 2014

El lenguaje secreto de las organizaciones. Ejemplos de manipulación unidireccional.






















Veamos algunos ejemplos clásicos de manipulación unidireccional.

“Esto es lo que hay”. Es lo que le dice Paquito a sus “súbditos” cuando éstos se atreven a cuestionarle. La perversión de la expresión es extrema. No solo no deja opción a la réplica sino que sitúa al emisor en un punto de la realidad desde el que se observan todos sus ángulos y matices. Como bien sabemos, esto no es posible (puesto que un mismo observador no puede tener una visión 360º de la realidad), por tanto, esta expresión encierra una falacia en sí misma. Dependiendo de quién la pronuncie significa una cosa u otra. Si Paquito dice “esto es lo que hay”, significa que “a callarse y punto”. Si la dice un padefo, entonces tiene un poderoso matiz de resignación. En cualquier caso es una expresión negativa y con carácter de inmutabilidad (lo que hay no puede cambiarse).

“Si no te gusta, te vas”. Típica expresión de Misifú que sustituye al clásico “te vas a ir a la puta calle”. La única diferencia entre las dos es que en la primera la responsabilidad –aparentemente- recae sobre el padefo y en la última sobre la empresa.

“No te preocupes, ya me encargo yo”. Significa “lo has hecho como el culo” y no me va a quedar más remedio que hacerlo yo. Si sale de la boca de Paquito, significa que tampoco él lo va a hacer y que el marrón recaerá sobre otro padefo del equipo. Se trata de una falsa negativa ya que, por su forma –y normalmente el tono que la acompaña- induce a todo menos a la despreocupación.

“Es bastante simple ¿cómo es que no lo comprendes?”. Esta frase es a la comunicación lo que la artillería pesada al “arte” de la guerra. La intención de quien la dice no es solicitar información del otro sino intimidarle de la forma más cruel e insultante. Además peca de prepotencia: ¿para quién es simple?¿para mí?

“¿Crees que lo has hecho todo bien?”. Significa que –supuestamente- no has hecho una derechas pero el que la dice carece de las pelotas suficientes para echártelo en cara. Además de prepotencia encierra un componente de cobardía. Se trata de una falsa interrogativa. Quién la dice no espera respuesta sino la humillación del otro.

“Al final, voy a tener yo la culpa”. Traducción: no estoy buscando una solución sino culpables. La gente que desembucha esta frase no asume responsabilidades de ningún tipo en su vida.

“¿Por qué me miras con esa cara?”. Significa: “no me mires con esa cara”. Se trata de otra falsa interrogativa pronunciada por un cobarde.

“Te voy a ser sincero”. En realidad significa que el que la dice no ha sido sincero nunca y ahora tampoco va a empezar a serlo.

“Yo soy así”. Es la muletilla con la que concluye una persona que carece de argumentos. Suele ir acompañada de la expresión: “y punto”.

“¿Te importa?”. Significa que te va a importar. Se trata de otra falsa interrogativa que tiene apariencia de disculpa pero que en realidad quiere decir: “hago lo que me sale del higo y si te importa te aguantas”. Alguien debería contestar alguna vez, “sí, me importa” para que esta expresión recuperase su significado original (si es que alguna vez lo tuvo).

“Si lo que te digo no te gusta, ya sabes lo que tienes que hacer”. Es la bomba atómica de las frases. En efecto, “lo que te digo” no te va a gustar. Así que estamos ante un falso condicional. Pero además, el otro no tiene ni idea de lo que se supone tiene que hacer (aunque tampoco la persona que escupió la frase).

“Ya no eres el que eras”. Esta frase, además de un trabalenguas y una obviedad es un ejemplo de mala leche lingüística. Es prepotente e inquebrantable. Sin embargo, pone en entredicho el principio de inmutabilidad pero solo porque conviene al emisor.

“Es que no puedo ni opinar”. Significa que alguien ha hecho de todo menos opinar. Es la perita en dulce del manipulador que confunde intencionadamente opinión con manipulación perversa.

“Me disculpo si es que te he ofendido en algo”. Es la RSC (Responsabilidad Social Corporativa) del manipulador lingüístico. En otras maneras, una forma diplomática y nada sutil de enmascarar una realidad evidente: te ofendo, lo sé y me disculpo de boquilla. En los ambientes laborales es el equivalente al confesionario eclesiástico: el que reza este Avemaría queda expiado de su culpa.

“No sé si no me entiendes o es que no me explico”. En realidad significa que te quiero manipular y tú te resistes.

Estas aberraciones lingüísticas, que se esconden bajo una falsa intención comunicativa, en realidad proyectan las preocupaciones y las debilidades del carácter de las personas que las pronunciaron. En ningún caso, proporcionan un reflejo correcto del otro porque, como ya hemos comentado al principio de este capítulo, fueron diseñadas para confundir y no para compartir ni construir. Para lidiar con este tipo de agresiones verbales lo mejor es recuperar su sentido literal. De esa forma, eliminaremos el veneno de la flecha.

Parece, pues, que el bloqueo en la comunicación no se produce precisamente porque uno no se explique y otro no entienda sino porque el emisor quiere imponer (aunque demuestre lo contrario) y el receptor recibe un mensaje contradictorio.

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