El verbo engendra lo que anuncia
Nuestras interpretaciones, significados y supuestos crean los filtros que moldean la realidad. Nuestras palabras son capaces de evocar las imágenes que ponen en marcha nuestras emociones, construyendo el marco de referencia a través del cual nos relacionamos con el mundo. Nuestra relación con el entorno, por tanto, está siempre filtrada por nuestra emoción. Nunca las cosas son como son sino como las vemos. Lo que no puede ser sentido mucho menos puede ser expresado. Las palabras son la cápsula que envuelve un fragmento emocional.
Lo que no se nombra se digiere con
dificultad porque no se materializa en nuestro mundo. Las palabras –en
cualquiera de los casos- siempre crean realidades. De vez en cuando debiéramos hacer un repaso del vocabulario
que abarcamos porque nos dará una idea de los límites de nuestro mundo. No hay
mas mundo que el que podemos nombrar. De ahí la importancia del verbo “ser”. A
partir de este vocablo simple construimos aspectos claves de nuestra
personalidad. Lo que somos, lo que no somos, lo que no somos capaces de ser, lo
que seríamos en función de algo o alguien…Los caminos del ser son
inescrutables.
Ya hemos visto que las palabras
tienen un enorme poder a la hora de afectar al tipo de experiencia que creamos.
De ahí mi defensa acérrima del lenguaje. Las palabras entusiasman, nos
transportan a otro universo, condicionan, hieren…incluso matan. Tanto en su
contenido como en su forma. Incisivas, suaves, afiladas, puntiagudas e incluso
mudas. En ningún caso, se las lleva el viento. Cada palabra engendra lo que
anuncia.
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