Ilusiones del ego...
Hace poco leí un texto del experto
en salud emocional, Alex Rovira. En él hablaba de la diferencia entre éxito y
realización.
“La palabra éxito me resulta incómoda. Quizás porque el término se ha pervertido a base de confundirlo con el logro fácil, la notoriedad ajena de compromiso, integridad o esfuerzo, o con la clichés que tienen que ver más con la vanidad que con la verdadera realización. Frente al éxito, la palabra realización me resulta mucho más amable y a la vez firme, rigurosa, contundente. Realizar implica concretar en lo real; hacer, actuar. Realizar nos habla también del cumplimiento de un anhelo, pero en este caso la vanidad y la pedantería sobran, el ruido de lo exterior no aparece. Y lo que es más importante, la realización nos habla de tomar conciencia, de darnos cuenta, de despertar.”
En efecto,
difícilmente se puede dar tanto en el clavo con tan pocas palabras. Es cierto,
la palabra éxito viene acompañada de un ruido vanidoso que nos aleja
inmediatamente de la idea que quiere transmitir. Ese ruido de carácter
ideológico niega el carácter polisémico del término. Muy al contrario, lo
vincula a un significado muy anclado en el pensamiento único, que como bien
sabemos, por naturaleza es excluyente. Sin embargo, hay tantos tipos de éxito
como significados a los que sea vinculado. Es precisamente, esta perversión
cultural del término lo que anula su efectividad comunicativa. El éxito, tal y
como se entiende en Occidente, se ancla en el pensamiento, en una idea
colectiva que no necesariamente encaja con nuestros deseos más íntimos y
personales.
Precisamente,
es esta desviación lo que provoca una reacción que incita a la persona
transitar por caminos que le alejen de este supuesto éxito. Es lo que se conoce
en psicología como “miedo al éxito”.
El miedo al
éxito surge cuando el individuo camina por la vida sin detenerse a pensar si ha
elegido el camino que realmente quiere. Probablemente, inducido por presiones
sociales y culturales. Desde un principio se enfoca hacia un objetivo que a
medida que se avecina despierta en su cerebro sensaciones angustiosas e
incómodas que le impiden continuar con la determinación que ha mostrado hasta
ese momento. Esto es así porque su mente conoce la verdad, por mucho que quiera
engañarla. Ekhart Tolle, en El poder del ahora, define con detalle esta lucha
interna que se libra en nuestro interior cuando no somos totalmente sinceros
con nuestros deseos.
“Si una persona no emana amor y alegría, presencia completa y
apertura a todos los seres, no está iluminada. Otro indicador es cómo se
comporta esa persona en situaciones difíciles o problemáticas, cuando las
“cosas van mal”. Si tu “iluminación” es una ilusión del ego, la vida pronto te
pondrá pruebas que harán surgir tu inconsciencia: miedo, rabia, actitudes
defensivas, juicios, depresión, etc.[...]”.
El éxito, en efecto, es una
ilusión del ego desconectada de nuestros deseos más íntimos y sinceros. Y el
ego, como bien sabemos a estas alturas, es un señor feudal implacable, cuyo
poder emana del dios de la mente. Esto no quiere decir que la mente sea un mal
consejero sino que solo encierra ideas, emociones, potencialidad, conocimiento
y talentos (que no es poco). Sin embargo, la vida es mucho más. La vida es
acción, amor, coraje, compromiso, tierra, momento y espacio. También es dolor,
ambición, derrota y pasión pero no encerrada en el plano de cuatro paredes
mentales. La vida es concreción, como dice Rovira. También es realización en contraposición a la idea de éxito, que es proyección. Excede,
por tanto, a toda imaginación. Se saborea, se toca, se siente. La vida es
rugosa y áspera o bien de una suavidad inaudita, cuando circula sin obstáculos
por la grandeza de nuestro ser. Esto solo sucede cuando conectamos con nuestros
deseos más profundos, lejos del espejismo que puede provocar el placer
inmediato. La vida es el último reducto de humanidad. No es sino es con los
demás. El éxito y el placer, por el contrario, no necesita de más entidad que
un ego. Se agota, por tanto, en su ejecución.
El poeta bengalí, Rabindranath Tagore
explica a la perfección la idea de la ilusión del ego.
“No importa lo que sintamos o
sepamos, no importan nuestras dotes potenciales o talentos, solo la acción les
da vida. Muchos de nosotros entendemos conceptos como el compromiso, el coraje
y el amor, pero en realidad saber es hacer. Hacer trae la comprensión, y las
acciones convierten conocimientos en sabiduría. No puedes atravesar el mar
simplemente mirando al agua.”
Entonces…¿qué es la vida?. Para mí no
hay mejor definición que la del maestro indio Osho.
“La vida no es una filosofía, no es
un problema; es un misterio. Tienes que vivirla, no de acuerdo a cierto patrón
de conducta, no de acuerdo a un condicionamiento, de acuerdo con lo que te han
contado sobre ella. Tienes que empezar de nuevo, desde cero.
Depende de ti. La vida en sí
misma es un lienzo en blanco, se convierte en cualquier cosa que tú pintes en
él. Puedes pintar infelicidad, puedes pintar felicidad, puedes pintar progreso
interior.
Esta libertad, este libre albedrío es
tu gloria. Mi mensaje es muy simple: Vive la vida tan peligrosamente como te
sea posible. Vive la vida totalmente, intensamente, fructíficamente, porque la
vida, es Dios. Primero conviértete en un Zorba, en una flor de esta tierra y a
través de ella logra la capacidad de llegar a ser un Buda, la flor del otro
mundo. El otro mundo no está separado de éste; el otro mundo no está en contra
de éste. El otro mundo está escondido en éste. Este es sólo una manifestación
del otro y el otro es la parte no manifiesta de éste.
Para mí, el primer fundamento
de la vida es la meditación. Todo lo demás es secundario. La vida debe ser una
búsqueda. No un deseo, sino una búsqueda; no una ambición de convertirse en
esto o en lo otro, el presidente de un país o un primer ministro, sino una
búsqueda para descubrir: “¿Quién soy yo?”.
La vida no es una cárcel, no es un
castigo. Es una recompensa y es dada sólo a aquellos que se la han ganado, a
aquellos que se la merecen. Ahora tienes el derecho de disfrutar, de llorar, de
sentir, en concreto de vivir. Sería un pecado si no disfrutas de todo lo que te
da la vida.
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