Bueno,
creo que deberían quitar la palabra ‘compasión’ del diccionario inglés.
Gareth
Pierce (Emma Thompson, en la película “En el nombre del padre”)
La era de las palabras vacías
Según pasan los años una reflexión resuena, cada vez de forma más atronadora, en mi cabeza. La del valor de las palabras. Recuerdo una escena de una de mis películas favoritas, “En el nombre del padre”. Justamente la escena en la que Gerry Conlon, interpretado por Daniel Day-Lewis, le dice a su padre Giuseppe en la cárcel: “bla, bla, bala, bla y bla. ¿Y sabes lo que significa? Significa que las palabras no significan nada”. El argumento, aunque demoledor, sigue apareciendo de manera recurrente en mi mente. Especialmente, en aquellos momentos, en los que siento un “vacío comunicacional” (cada vez –por cierto- más a menudo).
¿En qué consiste este vacío? Para
mí, es una manera de ponerle “nombre” al vacío existencial. Lo experimento
cuando alguien se dirige a mí y solo escucho ruido, en los momentos en los que
presto atención a una conversación y las palabras de mi interlocutor suenan
huecas y falsas, cuando leo una comunicación que no me toca el corazón, cuando
observo que no se corresponde lo que se dice con lo que se hace o se piensa…En
esos momentos siento que el otro me arroja palabras vacías sin considerar mi
tiempo y dignidad.
En efecto, la palabra, al igual
que el discurso político, se ha devaluado tanto que ha perdido su verdadero
valor: el de ser vehículo de comunicación y empatía. El silencio y la expresión
corporal, por el contrario, están adquiriendo un valor excepcional en un momento
–el presente- en el que en nombre de la palabra se perpetran las más crueles
atrocidades. La mayor: agredir al contrario por medio de la incomprensión. Esto
es, convertir las palabras en hilo de transmisión de las preocupaciones,
debilidades y autoengaño de las personas que las pronuncian. El objetivo:
transformar en realidad lo absurdo del pensamiento para confundir al otro y
autoafirmarnos en nuestros errores. Como bien decía Anatole France, “si
cincuenta millones de personas dijeran una tontería aún sería una tontería”.
Pues eso.
Otro tipo de incomunicación,
nacida en el seno de la sociedad digital, es aquella que se genera en la red
social, un verdadero caldo de “sociopredicadores”. Parece que por repetir hasta
la saciedad términos que suenan bien, esa pseudorealidad se terminará
imponiendo. Es posible. La repetición es una de las vías más efectivas para la
implantación de un mensaje. Sin embargo, ¿por qué la otra parte –el receptor-
rara vez cuestiona la fuente? ¿conocemos a las personas que firman esos
mensajes?¿de verdad las conocemos? No es infalible pero sí que existen algunos
indicios que nos pondrán en la pista del mensaje vacío en las redes sociales.
- La inquebrantabilidad. El mensaje
del falso predicador de las redes se asienta sobre una base férrea, en
apariencia incuestionable. Se muestra, a menudo, en forma imperativa o en
tono de verdad suprema. Inquebrantable no es sinónimo de sólido sino de
impenetrable. Si un mensaje es duro como el hierro no cala sino golpea y
acobarda al que lo recibe. En los campos en los que no se alcanza el
acuerdo, surge inevitablemente la fuerza del acero.
- La inmutabilidad. El mensaje del
predicador de la red es rígido, inflexible y absoluto. No deja lugar
alguno a la matización, no porque no la tenga sino porque fue lanzado para
intimidar no para conciliar.
- La prepotencia. El mensaje
mesiánico en red está emitido desde un ángulo de supuesta superioridad. No
está destinado a ser compartido sino asumido sin crítica por el contrario.
Cuanto más alto el podio, más prepotente el mensaje y por tanto, menor su
intención de intercambio comunicativo.
En efecto, toda comunicación es un
intento de transformación del otro, en algún sentido. La comunicación siempre
es intencional. Sin embargo, no está de más desconfiar de aquél tipo de
comunicación que no deje abierta la puerta a la réplica o respuesta. La
ausencia de feedback interrumpe el ejercicio comunicativo y activa la
manipulación unidereccional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario